El músico turco actuará en octubre en el Festival Internacional Cervantino de México.
MÉXICO (Hispanatolia)
Para Omar Faruk, su música está teñida de tres clases de amor: el amor a Dios, el amor de los unos a los otros, y el amor a la vida.
Bajo esta perspectiva, el músico nacido en Turquía ha recorrido el mundo con sus ritmos de Medio Oriente para encontrar espíritus afines con quienes ha tendido puentes entre culturas y géneros musicales sin límite.
Virtuoso del ney (flauta de bambú), la zurna (oboe de doble caña), el baglama (laúd de cuello largo), el oud (laúd clásico) y las percusiones, Faruk dijo en conferencia de prensa telefónica que, como un hombre que practica estos tipos de amor, elige la música que toca si le provoca el llanto o hace que se le enchine la piel. Si no, no la toca.
Faruk vive en Nueva York desde mediados de los setenta, donde ha aprendido a revalorar su cultura natal. “Viviendo en Nueva York puedo apreciar mucho más lo que sucede en Turquía, como puede ser la situación política. Pero, sobre todo, puedo valorar la cultura de mi país, la acumulación de conocimiento, la grandeza de Turquía y de una civilización que fue muy rica a través de la historia. De lejos me doy más cuenta de la belleza de mi país”.
La música de Medio Oriente ha sido tomada por músicos de otros países y, en algunos casos, filtrada por la música electrónica para crear un híbrido, lo que a Faruk no le molesta. “Este tipo de acercamientos permiten a mucha gente experimentar con lo que nosotros hacemos. Siempre he valorado cuando sucede esto, porque nuestra música puede resurgir de manera diferente con el sabor de otra gente”.
El músico, que dará dos funciones en el Festival Internacional Cervantino de México, el 9 de octubre en la ciudad de León y el 11 en la Explanada de la Alhóndiga de Granaditas de Guanajuato, dice que nunca ha pensada para qué tipo de público toca. “En mi país siempre veo gente de todos los niveles sociales y de todas las edades. Yo siento que debo de tocar para todas las almas que aprecian mi música, la edad física no es importante”.
Artista que ha trabajado con músicos de mundos tan diversos como Karl Berger y Ginger Baker, Ofra Haza y Bill Laswell, Trilok Gurtu y Peter Erskine, recordó con afecto su trabajo con el trompetista Don Cherry, uno de los pioneros en la fusión del jazz con la música de Medio Oriente y África. “Lo conocí en el Estudio de Música Creativa de Woodstock en 1985 y lo admiro porque era un gran músico. Fue un catalizador, un hombre de espíritu muy abierto que invitaba a músicos de todo el mundo. Admiraba todas las culturas del mundo y quería unir a la gente a través de la música”.
Asistir a los talleres de este estudio fue algo muy hermoso para Omar Faruk. “Allí conocí a Trilok Gurtu y algunos otros músicos de India. En este lugar estaba mi maestro, mi hermano Hanji y muchos músicos de todo el mundo. Había jazzistas estadounidenses, pero también africanos. Asistíamos a todos los talleres y era como estar en el cielo de los músicos. Valoro mucho haber estado allí”.
La música tiene el poder de tocar el corazón de quien la escucha, afirmó Omar Faruk. “Siento que la música tiene el poder de tocar almas por su poder de vibración que es muy fácil de capturar por otras almas, y por ende puede curar. El ney es como un amplificador de la respiración, es un conector con la gente a través de la respiración. En la literatura sufí el ney representa al ser humano. Quien toca el ney pasa su alma a la gente a través del instrumento”.
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