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sábado, 5 de abril de 2008

¿Creemos de verdad en la democracia?


Durante las últimas semanas hemos venido asistiendo atónitos a un nuevo episodio de la política turca, acostumbrada cada cierto tiempo para desgracia de los propios turcos a acontecimientos que a ojos de la Europa Occidental son difíciles de entender, o siquiera de imaginar. Después de que las elecciones de julio de 2007 parecían haber dado una legitimidad y una fuerza al gobierno del AKP que le daba vía libre para seguir adelante con las reformas, el señor fiscal jefe de la Corte Suprema de Apelaciones de Turquía, Abdurrahman Yalçınkaya, presentaba el pasado 14 de marzo una demanda de cierre ante el Tribunal Supremo contra nada menos que el partido en el gobierno; un partido que ganó en las últimas elecciones generales con el 47% de los votos. Ahí es nada. Confieso que yo mismo tardé varios días en tomarme en serio la acción del fiscal y darle credibilidad a lo que estaba sucediendo.

Justo cuando creíamos que ya nada podía sorprendernos, y cuando muchos esperábamos incluso un atisbo de cordura y sentido común entre los miembros del Tribunal Supremo que tenían que decidir si admitir o no la demanda presentada contra el AKP y 71 de sus miembros -incluyendo el actual primer ministro y el presidente de la República-, la realidad política turca daba una nueva vuelta de tuerca el pasado lunes con la decisión del Tribunal Supremo de Turquía de admitir la demanda de ilegalización presentada por Yalçınkaya. Y la sorpresa no llegaba sólo porque el alto tribunal turco admitiera sin reparos una demanda que muchos expertos habían calificado de poco menos que "chapuza", con errores graves de forma y una argumentación cuando menos bastante subjetiva; sino porque la decisión se producía por rotunda unanimidad, e incluía además también el procesamiento del actual Presidente, Abdullah Gül, a quien según la propia ley turca no se puede procesar salvo por cargos de traición y que para más desconcierto dejó de formar parte del AKP en el mismo momento que entró en el palacio presidencial (si bien en su caso la votación ganó por 7 votos a favor y 4 en contra). Como declaraba resignado el vicepresidente del AKP esta semana -una de las 71 personas para las que se pide la inhabilitación política por 5 años- "Parece que seremos el primer país en juzgar a su presidente...".

Una vez pasada la sorpresa, mientras intentamos que se nos pase el aturdimiento y auto-convencernos de que lo que estamos viviendo no es un mal sueño, llega el momento de sentarse por un momento a repasar los acontecimientos y buscar una explicación a todo lo ocurrido. Y en todo este juego, no sorprende pero sí indigna la actitud que está teniendo el principal partido de la oposición turca (el CHP, ese curioso partido "socialdemócrata", que peca de no ser ni social ni demócrata...) y algunos medios de comunicación que lo apoyan. El señor Baykal, líder del CHP, tardó varios días como tiene acostumbrado en sacar la cabeza; lo hizo cuando partidos, organizaciones y hasta la propia Unión Europea habían mostrado ya su rechazo al procesamiento del AKP; y no perdió la ocasión de echar la culpa de todo al propio AKP, acusándolo de hacerse la "víctima", de querer acabar con el laicismo (empezando por permitir el velo en las universidades), y aprovechando para dejar claro su euroescepticismo diciéndole a la UE que no se metiera en los asuntos de Turquía.

Estoy de acuerdo en que el Primer Ministro, Recep Tayyip Erdoğan, tiene sus defectos, y que quizás debería haberse mostrado más dispuesto a hablar con el CHP, aun sabiendo que el acuerdo o si quiera el diálogo era especialmente difícil. Estoy de acuerdo en que algunas de las reformas que Turquía necesita -exigidas además por la propia UE para su adhesión al bloque- deberían y deben llevarse a cabo buscando un mayor consenso que quizás el primer ministro turco no ha sabido o querido buscar.

Puedo estar de acuerdo en muchas críticas acerca del señor Erdoğan o del AKP, sobre su forma de actuar, su política, sus ideas... Pero no puedo estar de acuerdo, nunca, como demócrata convencido, en clausurar partidos políticos en una democracia normal y verdadera.

Esta es la verdadera cuestión sobre este tema, y por desgracia, ni desde el principal partido de la oposición con su líder a la cabeza ni desde muchos periódicos afines al más intransigente laicismo se han pronunciado hasta ahora palabras cuestionando esta iniciativa del fiscal jefe Yalçınkaya que atenta contra el sentido común y contra la democracia, y que nos retrotrae a una época de prohibiciones e ilegalizaciones de partidos que parecía ya olvidada en Turquía. Tampoco ha habido palabras para nombrar y señalar claramente a los autores de esta absurda iniciativa.

Ni desde estos medios, ni desde el CHP, se ha dicho una sóla palabra al respecto, quizás porque -y el primer ministro Erdoğan lleva tiempo denunciándolo- son ellos los primeros interesados en que haya tensión, y de hecho llevan tiempo fomentándola como única respuesta al tremendo varapalo que los ciudadanos dieron a través de las urnas a sus posiciones políticas, primero en 2002 y nuevamente durante las elecciones generales de hace casi un año. Unos y otros llevan acusando al unísono al AKP desde que ganó las primeras elecciones en 2002 de hacer lo que quiere "sólo porque tiene la mayoría"... Quizás porque el grupo mediático-empresarial Doğan al que pertenecen esos medios no ha obtenido en los últimos meses importantes concesiones del gobierno turco. Quizás porque la mayoría de esos 11 jueces del Supremo que tienen que decidir si procesar al AKP, al primer ministro y al Presidente de la República fueron nombrados en su día por el anterior presidente turco, Ahmet Necdet Sezer... en efecto, el mismo que hasta la llegada de Abdullah Gül a la presidencia estuvo bloqueando todas y cada una de las iniciativas aprobadas por el AKP en el Parlamento... Quizás porque esos mismos jueces saben que sólo pueden evitar perder su puesto juzgando a la única persona con autoridad para quitárselo, el Presidente de la República... Quizás también porque buena parte de esa "vieja guardia" del kemalismo es la que ahora se ve salpicada por las ramificaciones de la organización "Ergenekon", un caso que ha destapado un plan de jueces, militares, políticos y periodistas para sembrar el caos y dar un golpe de estado para acabar con el gobierno del AKP... Quizás. Son muchas razones, más que suficientes diría yo, para guardar silencio y convertir la mentira en verdad.

Es tiempo de cambios en Turquía. Y es cierto que las nuevas leyes y los cambios deben llevarse a cabo a través del diálogo y el mayor consenso posible, no de la imposición; pero no es menos cierto que en democracia la mayoría da el derecho a quien la posee a tomar decisiones que afectan a todos: esas son las reglas del juego, ese es el fundamento de vivir en democracia, y de no ser así, sería imposible tomar decisiones y nada podría cambiarse en ningún país del mundo. En la verdadera democracia -tal y como ya se ha encargado de recordar el comisario europeo para la ampliación, Olli Rehn- las cosas se deciden en las elecciones, y después en el Parlamento... no en el poder judicial o en demandas legales ante los tribunales. Y el CHP lleva recurriendo ante el Tribunal Constitucional todas y cada una de las reformas presentadas y aprobadas por el Parlamento, reformas tan necesarias para el futuro de Turquía como para su ingreso en la UE. "¿Qué clase de demócrata es usted?", le preguntaba hace unos meses el primer ministro al líder de la oposición. ¿Es esto democracia, es esto ser demócrata?, pregunto yo.

Me pregunto si el CHP parece haberse olvidado de que su partido no llegó al 20% de los votos en julio de 2007, pero me pregunto sobre todo si es consciente de que la gente no votó masivamente al AKP a causa de lo bien o lo mal que lo estuvo haciendo el gobierno de Erdoğan durante la anterior legislatura... sino de lo realmente mal que lo hace el principal partido de la oposición. Gente de toda condición e ideología votó -y votarán aún más, visto lo visto- al AKP sencillamente porque la alternativa es más de lo mismo, y el pueblo turco quiere cambios y pide cambios, desde hace mucho tiempo. Y con su actitud de bloquear cada ley, cada reforma que el Parlamento turco aprueba, el principal partido de la oposición no hace más que demostrar lo poco que realmente cree en la democracia en Turquía.

Me pregunto, realmente, si el CHP, o el fiscal jefe Yalçinkaya, o muchas otras personas en Turquía que dicen estar "defendiendo" a Turquía y al "laicismo" -entendido a su manera, claro- son conscientes de la terrible imagen que están enviando sobre este maravilloso país a Europa y al mundo. Si son conscientes del enorme daño que están haciendo a la democracia turca, la economía, la política... ¿Es esto... "patriótico"? ¿Es esto defender el legado de Atatürk, es esto lo que él quería para Turquía? ¿A quién defiende realmente esta gente?

En este contexto, resulta por tanto realmente hipócrita por parte del CHP o de algunos medios en Turquía que continuamente se hable de lo que los turcos quieren, que se especule continuamente con "la gente dice", "muchos aseguran"... que se dé carácter de verdad al rumor y valor de mayoría a la opinión, sin ofrecer hechos o datos que lo avalen... Porque son las elecciones las que dicen en una democracia quién quiere la gente que la represente, y las últimas elecciones dijeron muy claramente quién representa a la mayoría de los turcos, y quién representa a una minoría. Y el principal problema ahora en Turquía es que ciertas personas simplemente no pueden aceptar que una mayoría de turcos quieren que las cosas cambien, y que cambién también esas personas. Y mientras estas personas no acepten esto, no acepten lo que es y lo que implica la democracia, veremos más tensiones en Turquía. No es un problema de laicismo contra islamismo. No es una cuestión de diálogo contra imposición. No es una cuestión de mayoría contra minoría. Es simplemente una cuestión de PODER, y de muchas personas que no están dispuestas a dejarlo. Por ello resulta incluso trágico ver cómo los ataques desde cierta prensa turca van contra el primer ministro o el AKP en lugar de señalar a los verdaderos "instigadores" de estas acciones. Sería algo casi irónico, de chiste, si no estuvieran jugando así con el futuro de Turquía y del pueblo turco.

Así que... ¿creemos de verdad en la democracia?

¿Amamos de verdad a Turquía?

¿Confiamos de verdad en el pueblo turco?

Estas, y no otras, son las verdaderas cuestiones que debieran plantearse ahora en Turquía. Y si la respuesta es sincera y afirmativa, no existe justificación lógica, jurídica ni ética para lo que está diciendo y haciendo el principal partido de la oposición, muchos periodistas, y la clase judicial en Turquía... Podemos estar en desacuerdo con el primer ministro acerca de muchas cuestiones, y estoy seguro de que el señor Erdoğan es "culpable" de muchos defectos... Pero no de no respetar la democracia y no hablar claramente. No ha dejado de hablar durante todos estos años de defender el estado "laico, social y democrático" en Turquía. Y si es en las palabras y en los hechos en lo que hemos de fijarnos, la única y verdadera amenaza en este momento para Turquía y para su democracia no está precisamente en el AKP...

Así pues, el primer ministro Erdoğan no debería dejarse enredar por la trampa judicial que le han tendido y llevar la iniciativa a su terreno presentando las pertinentes reformas en materia de ilegalización de partidos en el Parlamento de acuerdo a los estándares europeos -algo que ya parece estar haciendo- y llevándolas a referendum si no obtiene el consenso requerido para dotarlas de la necesaria legitimidad jurídica y popular. La propia UE en boca de su comisario para la ampliación Olli Rehn ya le ha animado a hacerlo "a pesar de las tensiones que eso pueda provocar". Y es que el señor Baykal ya se ha apresurado a anticipar que un referendum sobre una reforma en la ley de partidos dividiría al país y sería una consulta "sobre el laicismo", algo sólo entendible quizás desde su particular lógica de que el laicismo equivale al gobierno de la clase judicial sobre el voto mayoritario de los ciudadanos... El país, desde luego, no puede permitirse el lujo de tener un gobierno en "impass" durante los 6 meses de espera hasta que salga el veredicto, y el AKP no debería mientras tanto dejar de seguir adelante con las reformas para mantener su credibilidad, pese a las amenazas de la oposición.

Con un poco de suerte, cabeza fría y determinación, el AKP logrará salir aún más airoso de esta maniobra desesperada de ese "laicismo sin cabeza" que ya sólo defiende su propio "status quo". Si logra superar esta prueba, las próximas elecciones generales podrían ver una victoria aún más estrepitosa que la anterior del AKP. Pero la prueba será, sobre todo, para la propia democracia en Turquía y para el pueblo turco. Al final, tengo el convencimiento de que Turquía saldrá reforzada de este trance. Porque yo, desde luego, sí confío plenamente en el pueblo turco... y en su futuro.


Pablo

2 comentarios:

Siso dijo...

Hola, Pablo. Soy Ildefonso González. Te escribo desde Madrid. Me ha encantado tu post. Estoy totalmente de acuerdo contigo. Lo que está en juego es una cuestión de PODER. Un abrazo y sigue así. Tienes un blog muy bueno.

Pablo Gómez dijo...

Pues que lo diga alguien que hasta hace bien poco ha sido corresponsal en Estambul, es todo un elogio... Muchas gracias por tus palabras, de verdad.

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